En esta entrevista, el egresado de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Periodismo 2021, Ascanio Cavallo, recuerda su paso por las aulas de la Casa de Bello en tiempos de la dictadura y analiza la crisis de confianza que sufren los medios de comunicación en la actualidad. En este ámbito, valora que durante la pandemia se logró recuperar el respeto de parte de la ciudadanía con información veraz sobre lo que sucedía en este contexto inédito.
A pesar de que su contundente trayectoria lo hizo merecedor del Premio Nacional de Periodismo 2021, Ascanio Cavallo hace énfasis en la labor colectiva que -en su opinión- constituye la esencia del ejercicio periodístico, algo que remarca en esta entrevista realizada algunos días después de haber obtenido este reconocimiento.
Director de la revista Hoy y del diario La Época, Cavallo ha publicado numerosas obras periodísticas, entre las que -sin duda- destaca “La Historia Oculta del Régimen Militar”. En esta trayectoria ha realizado, además, numerosos trabajos sobre temáticas como el cine, una historia profesional que tuvo sus inicios en las aulas de la Escuela de Periodismocuando esta se encontraba todavía en los terrenos del entonces Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, hoy Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.
En esta entrevista, recuerda su formación en nuestro plantel, sus inicios en el periodismo y analiza también la crisis que viven los medios de comunicación. Mira con ojo crítico el rol que el periodismo cumplió durante la revuelta social de 2019, y valora positivamente lo que se ha hecho desde el inicio de la pandemia, aconsejando a los estudiantes que inician su experiencia en esta profesión salir a la calle y reportear.
Usted es egresado de la Universidad, ¿cómo recuerda su paso por la Escuela de Periodismo de la U. de Chile?
Bueno, yo entré a la Universidad y salí de ella con una institución intervenida. Entré el año 75 y salí el 79. Con los últimos trámites, entonces, estuve en una universidad bajo condiciones bastante excepcionales o no normales, de imposición militar. En mi primer año, todavía algunos militares vigilaban el Pedagógico. La Escuela estaba en un edificio especial en la calle Los Aromos, detrás de lo que hoy es la UMCE, y que entonces era el instituto pedagógico. Teníamos conexión por una puerta, pero estábamos ligeramente aislados.
La Escuela misma había sido objeto de una limpieza política, se había expulsado a muchos alumnos y profesores, incluso estuvo suspendida durante un año, cerrada, y yo entré el año que se reabrió. Era un clima bastante opresivo. Era una gran alegría entrar a la U. de Chile, que era muy difícil en ese tiempo, pero lo hacías bajo esas condiciones. Además, en el caso de quienes queríamos estudiar periodismo teníamos solo dos opciones en ese momento. La Chile y la Católica eran las únicas escuelas abiertas, aunque antes tampoco había muchas más. Había una en Concepción y otra en Antofagasta, no estoy seguro si en la U. Austral, pero teníamos pocas opciones y en total en Chile debemos haber sido entre 40 alumnos que podíamos entrar, por lo que los puntajes eran muy altos.
¿Y cómo recuerda su formación en esas condiciones?
Teníamos una especie de dictadorzuelo interior, un director que era muy funcional al régimen. Creo que la Escuela no era una gran preocupación del régimen militar, pero sí estábamos con directores y profesores bastante autoritarios, salvo quizás un profesor que, en el caso de mi curso, nos acompañó siempre, fue muy generoso con nosotros. Claramente, estaba en la disidencia y era Raúl Muñoz, un profesor que es legendario porque la mayor parte de los ingresados se quedaban en redacción 1, a veces un año o más.
Pensando ya en su carrera profesional, su trayectoria ¿qué destacaría de la forma de hacer periodismo que le tocó vivir a usted?
A pesar de lo que te dije antes, la Escuela retenía una especie de alma, de sello, que hacía muy particulares a los estudiantes de la U. de Chile. Éramos formados para reportear, para la calle, para salir a terreno, se decía. Pero es parte de las leyendas, que en la Católica estaban los que escribían bien y en la Chile los que reporteábamos bien. No era tan así, pero esa es una leyenda que además me da la impresión que ha pervivido, que la Escuela mantiene esa escuela, saca a periodistas duros de ahí.
Yo trabajé en otra Escuela de Periodismo, en otra universidad, y lo que vi a la distancia es que finalmente la formación de la Chile tenía esta cosa de orientación un poco más social, que tenía que ver justamente con el salir a la calle. Pero en los años que a mí me tocaron, ya una mayoría de los que ingresaban a periodismo, si les preguntabas, más o menos un 10 por ciento de los postulantes querían dedicarse al periodismo, el 90 por ciento restante -en todo el país- quería dedicarse o a las comunicaciones, o a las empresas privadas, al gobierno o incluso dedicarse a otra cosa, pero tener el título. Pero de ese 10 por ciento que eran los alumnos vocacionales, la mayor parte iba a la Chile, por lo cual uno más o menos entendía que los alumnos de la Chile -en su mayoría- era gente que quería seguir en el periodismo.
Hoy lo que ha pasado es que el mercado profesional se ha restringido, hay menos medios de los grandes que contrataban más gente y hay más medios pequeñitos, con un volumen de empleo menor, entonces estamos en un problema que espero que iremos superando cuando nos adaptemos a la nueva realidad. Pero la formación de la Chile para mí fue el reporteo, el cuidado de los detalles, no creerse la versión de primera mano, tener un cierto escepticismo y distancia del poder cualquiera que fuera: incluso una junta de vecinos.
Eso creo que me ayudó mucho en la carrera, a trabajar en medios que eran difíciles en su momento. Yo salí a hacer mi práctica y di bote un par de veces en medios que no me interesaban, hasta que gracias a uno de los pocos profesores que eran de excepción ahí, Abraham Santibáñez, logré que me aceptaran en la Revista Hoy, que era una revista disidente, el único lugar donde claramente te inspirabas en la oposición al régimen, después aparecieron más, pero era la única en ese momento.
Pareciera que hoy se vive una pérdida importante de confianza de la ciudadanía, con incluso grados de agresividad contra periodistas ¿A qué se debe esto y cómo el periodismo y los periodistas podemos dar vuelta la situación?
Somos parte de una crisis de confianza general en las instituciones, pero aun así, cuando miras las encuestas en general, los medios están mejor evaluados que otras instituciones, en particular la radio, que tiene una tremenda llegada y más confianza con la gente. Hay una relación un poco más de complicidad con las personas. La gente, en su inmensa mayoría, a pesar de que siempre pensamos otra cosa, se informa por la televisión. Creo que estamos en un problema que es mundial y que como tal hay que buscar el factor común, y lo único que encuentro es el de las redes digitales.
Frente a eso no supimos reaccionar muy bien. Cuando esto comenzó en los años 90 se produjo un masivo robo de contenido, las plataformas tomaban contenidos de los diarios y medios, y los ponían en sus pantallas de manera gratuita, con o sin firma, y eso significó que se nos fue nuestro principal ingreso, que era la publicidad. Fue un asalto perpetrado por varios años y no le dimos importancia hasta que era tarde y hoy tenemos que recuperar eso, la confianza.
Tienes razón con la agresividad que se ha visto, pero te voy a decir una cosa, toda masa humana siempre es peligrosa y hostil con los periodistas, de cualquier tipo, desde un concierto a una manifestación. Pero hay que ir. Esto es parte de los riesgos del oficio, es verdad, hemos sufrido agresiones a veces de la policía, de los manifestantes, pero mi experiencia es que siempre en un grupo grande un periodista es una amenaza o porque somos sapos o porque grabamos, tomando testimonios, porque hacemos nuestro trabajo. Eso pasó el 18 de octubre, tuvimos una cobertura muy débil, la mayor cobertura fue una cámara fija sobre la plaza Baquedano, eso no es una cobertura real.
¿Qué cree que le faltó ahí al periodismo?
Estar en la calle. Mucha gente estaba en las redacciones mirando la televisión con esta pantalla fija, mirando Google, redes, pero eso no sirve, hay que hacer lo que hizo desgraciadamente un arquitecto, Iván Poduje, que al día siguiente se dedicó a caminar por Santiago. Era lo que teníamos que hacer nosotros, pero no lo hicimos. Nuestras salas de redacción estaban muy debilitadas en ese momento. Son pecados que después hay que reparar.
Tomando en consideración el momento que vive actualmente el país, con un proceso histórico cruzado por una pandemia que genera condiciones muy particulares, ¿qué rol tendría que cumplir el periodismo?
Estábamos en el suelo y la pandemia nos pateó. Pero sí como reflexión es interesante que en la pandemia los medios volvieron a ser valorados, porque una cosa que se necesitaba es alguien que te explique las cosas y en el desconcierto que generó la pandemia se produjo una revalorización de los medios, ya sea porque transmitíamos las noticias científicamente correctas, sea porque veíamos las cifras, contradecíamos a los gobiernos en su información oficial. Creo que la pandemia, a pesar de que nos desalojó de las salas de redacción, nos recuperó bastante la confianza del público. Además, en Chile estamos en un proceso políticamente complejo, pero creo que la prensa se ha ido reponiendo.
Este caso que acaba de ocurrir del constituyente Rojas Vade se debe a la prensa. Él confesó que había mentido cuando lo habían descubierto, ahí se ve la importancia de esto, y lo mismo con las fiscalizaciones a otros poderes, hay que seguir haciendo eso.
Y pensando en la situación de pandemia, pero respecto al papel de las redes sociales en la proliferación de noticias faltas sin evidencia, ¿cómo se contiene esto?
Creo que estamos en un momento donde hay que pelear duramente por la libertad de expresión, es el centro también de mi formación en la U. de Chile, a pesar del momento que me tocó o quizás por esa misma razón. Nosotros valorábamos la libertad de expresión, quizás como no la han valorado generaciones posteriores, y hay que luchar contra cualquier intento de desplazarnos.
Las redes sociales tuvieron un impacto negativo creo por esto mismo, y al final demostraron ser el instrumento de gobiernos muy discutibles, como el de Trump, el que más uso las noticias falsas, que hasta inventó el concepto de verdades alternativas. Trump no pudo, pero podría haber sido un dictador como los hay en Europa del Este, líderes autoritarios que están censurando y usando las redes en su favor, así que es un tema que hay que luchar.
Hoy hay mucho periodismo digital. No hay que confundir lo que digo con eso. Los medios que florecen en esa esfera tienen la misma validez que los otros, hay algunos incluso de mejor calidad que medios establecidos, esa es otra herramienta que tenemos.
Pensando en las complejidades que abre el tema de la irrupción de lo digital y en la necesidad de incorporar voces tradicionalmente excluidas, ¿cómo se maneja la objetividad, la veracidad y la tensión respecto a la propiedad de los medios sobre la pauta?
La objetividad es el típico tema de discusión en el periodismo, pero está bien que se discuta porque es un concepto complejo. Creo que el periodismo aspira a la verdad, otra palabra complicada, pero no hablamos de la verdad trascendente, divina, que esa es para la gente que es religiosa o mística, tampoco de la verdad judicial, que tiene otras características, ni la verdad estatal, que le conviene a los gobiernos, sino una verdad más modesta e importante: la verdad de los hechos, factual.
Cuando nos atenemos a eso es más fácil entender de lo que hablamos, tratar de interponer en un hecho cualquiera la mayor cantidad de puntos de vista, hablar con los involucrados, darle voz a los que no la tienen. Precisamente de eso se trata, de que el periodismo dé lugar a todo lo que tiene interés social y no lo define el Estado ni el gobierno o la policía, sino las propias salas de redacción.
Hemos vivido un periodismo un poco provinciano, luchando con las lucas, pero en los grandes medios el problema de la propiedad está completamente separado de la sala de redacción, eso tenemos que lograr, que la sala de redacción este libre de esa influencia del dinero, del poder, desde los poderosos. Nos cuesta mucho, pero siempre hay que intentarla, incluso a escalas más pequeñas. A veces es pedir más de la cuenta cuando las personas dependen de un salario, pero esta profesión es así, nadie prometió un jardín de rosas.
Recogiendo lo último que menciona, incluso antes de la pandemia había indicios de situaciones difíciles en los medios, en varios hubo despidos masivos y se ha visto un deterioro en las condiciones de trabajo ¿Cómo cree que afecta?
Mucho. Es lo peor que puede pasar a un equipo, que esté a punto de caerse. Tuvo mucho efecto en esto el mundo digital antes de la pandemia, que nos robó parte del ingreso, y bueno la pandemia fue mortal porque cayó la inversión publicitaria y la compra de medios en porcentajes horrorosos. Efectivamente, se produjeron muchos despidos, no sé si en Chile tantas quiebras, pero en el mundo sí hubo muchas.
Siempre que hay problemas de este tipo, cuando se desfinancian los medios, sufren las salsas de redacción, pero hay que esperar que se recuperen, y tratar de reconstruir un sistema de medios más complejo que el que tenemos, donde haya cabida para medios chicos, grandes, autogestionados, empresariales, independientes. No tengo problemas con los medios empresariales, siempre y cuando la sala de redacción sea respetada. Esa ha sido mi experiencia, pero quizás tiene que ver con que siempre he trabajado con equipos fenomenales.
Yo creo que el periodismo es un trabajo de equipo, no de individuos geniales. Los periodistas no están para lucirse. Nuestras ideas -en general- no son más interesantes que las de cualquier persona, no tenemos que ser la estrella, eso es algo que nos hace muy mal, así que a trabajar en equipo.
¿Qué mensaje le enviaría a los estudiantes de periodismo de la U. de Chile, a quienes están empezando, pero también a quienes se aprestan a salir a trabajar?
Les diría que hay tres cosas fundamentales: una es leer, leer y leer mucho, de todo y de todas fuentes, hay que informarse. La segunda es escribir todo lo que se pueda no necesariamente para ser un redactor, es porque escribir ayuda a ordenar la cabeza, a estructurar tu pensamiento. Y lo tercero es salir a la calle, eso es lo único que nos mantiene vivos, el contacto con la realidad, y eso es reportear. Esas son las tres disciplinas que considero básicas, y atraviesan todos los ramos.
Texto: Felipe Ramírez Prensa U. de Chile