De acuerdo al BID, Chile presenta un riesgo alto frente a este fenómeno. En el mundo, las temperaturas han aumentado en promedio 1°C, mientras que en algunas zonas del país esa cifra llega a los 6°C.
Actuar audazmente e invertir en nuestro planeta, es el lema del Día de la Tierra 2022, que cada 22 de abril busca crear conciencia y llamar a la acción en torno a la crisis climática. A días de la conmemoración, el sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, encendió las alertas y advirtió la urgencia de limitar el calentamiento global a 1,5 ℃ mediante políticas drásticas de corto y mediano plazo.
La situación es grave y afecta al mundo entero, pero, ¿qué ocurre en Chile? Fabiola Barrenechea, jefa del Observatorio en Gestión del Riesgo de Desastres y directora de la Escuela de Ciencias de la Tierra de la Universidad Bernardo O’Higgins, asegura que “el país presenta un riesgo muy alto frente al Cambio Climático, producto de las condiciones geográficas en las cuales se emplaza. Nos situamos aislados en una especie de burbuja, donde la mínima variación en los elementos climáticos, ya sea temperatura o precipitaciones, genera un gran impacto”. Lo anterior se ve reflejado en que “las temperaturas promedio en el mundo han aumentado casi 1°C, mientras que en nuestro país las temperaturas extremas, en la zona central, han crecido entre 4° y 6°C, dañando enormemente los ecosistemas”, destacó la académica.
Ese escenario llevó al grupo internacional de expertos de la ONU a incorporar por primera vez en su reporte los cambios que las personas a nivel familiar deben realizar para poner freno a esta situación, estructurando las medidas en tres ejes “evitar-cambiar-mejorar”. Respecto a lo primero, la mirada está en no usar autos y reducir al menos un vuelo de larga distancia al año, seguidos, en menor medida, por potenciar el teletrabajo, utilizar menos envases y reciclarlos, además de evitar el desperdicio de alimentos. Como “cambios”, se considera el mayor uso del transporte público, la reducción del consumo de carne, una mayor movilidad activa y la sustitución del avión, cuando sea posible, por el tren. Y en cuanto a “mejorar” se menciona la preferencia por los vehículos eléctricos, el uso de energías renovables en los hogares y la optimización de los sistemas de calefacción.
Según Barrenechea, dentro de las llamadas 9R de la Economía Circular, que contribuyen a la disminución de los impactos medioambientales, hay cuatro que son cruciales. “La R4, Reparar, es fundamental. Existe mucha tecnología en los hogares, que las personas cambian ante la más mínima falla, sin intentar darle una segunda vida. La basura tecnológica es un gran tema que aún no se ha tratado mucho en nuestro país. La R3, Reutilizar y Reciclar, es clave pues permitiría reducir en alrededor de un 40% los niveles de basura. R2, Reducir, que refiere a comprar menos y más consciente. Y por último, R1, Repensar compartiendo, por ejemplo, vehículos para movilizarnos si vivimos en zonas cercanas”.
Sobre las proyecciones, una de las aprensiones de la ONU es que la adopción de las medidas están muy condicionadas por las desigualdades económicas y por la injusta distribución de las responsabilidades climáticas entre los individuos. En concreto, la entidad estima que para 2030 el 50 % de la población mundial más pobre producirá emisiones muy por debajo del objetivo, mientras que el nivel de emisiones del 1 % más rico será 30 veces superior a lo fijado en el Acuerdo de París.