-La segunda edición de este libro, desarrollada por el Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, junto a un equipo interdisciplinario, funde ciencia y arte para mostrar cómo era nuestro país hace miles y millones de años atrás.
Una máquina del tiempo para ir al encuentro de megavolcanes, nieves eternas, un Chile tropical y perezosos gigantes, entre otras aventuras, es la segunda edición de “Paleocosas, detectives del pasado”, texto que recopila 14 investigaciones publicadas en prestigiosas revistas internacionales por científicas y científicos del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
Los artículos, escritos por Nélida Pohl, directora de comunicaciones del IEB, e ilustrados por jóvenes artistas nacionales, constituyen un trabajo que busca comunicar la ciencia por medio del arte. Silvia Lazzarino, Nicole García, Ítalo Ahumada, Laura Hurtado, Daniel Martínez, Carmín Rodríguez, Carolina Feifel, Geraldine MacKinnon, Aileen Olivares, Claudia Blin, Daniela Cea y Cristóbal Bustamante son los ilustradores de este libro sobre paleoecología y paleoclimatología dirigido a todo público, y cuyos relatos nos muestran cómo era el país y su biodiversidad hace miles y millones de años atrás.
“Es importante saber lo que ocurrió antaño, pues allí está la clave de quiénes somos en la actualidad y algunas pistas sobre qué podemos esperar del futuro”, se advierte al inicio del texto ya disponible en ▷ Librería Libro Verde | Nos apasiona la literatura de naturaleza
“Conocer esas dinámicas del pasado y causas de las transformaciones en la biodiversidad y su relación con el clima, nos permite entender las variaciones actuales, generadas tanto por el cambio climático, como por los otros componentes del Cambio Global, la huella que los humanos imprimimos sobre el planeta”, complementa Nélida Pohl.
Esta segunda edición de Paleocosas, fue desarrollada en colaboración con la Sociedad Chilena de Ciencias del Cuaternario, SOCHICUA. En ella se incluyen dos nuevos estudios realizados por investigadores del IEB, entre ellos, Claudio Latorre de la Universidad Católica de Chile y Natalia Villavicencio, de la Universidad de O´Higgins. Estos hallazgos, contemplan la aparición de un caballo de la era del hielo en el Altiplano y los descubrimientos más recientes sobre el sitio paleontológico de Tagua-Tagua. El texto contiene también dos trabajos en los que participó Maisa Rojas, actual ministra de Medioambiente y ex integrante del IEB.
“En esta nueva edición, y a lo largo de todo nuestro proyecto Papers Ilustrados -que incluye investigaciones sobre ecología y evolución, especies invasoras y filosofía ambiental de campo-, nos interesa llevar el conocimiento que genera el Instituto a una diversidad de personas, desde adolescentes en adelante. Para ello el arte es una disciplina aliada, que nos ayuda a maravillar y además a educar”, explica la directora de comunicaciones del IEB.
¿Quién mató al milodón? y otros relatos del pasado
“Un hueso largo y gordo se interpuso en el camino de Ovidia. Su curiosidad de científica la detuvo. ¿De quién es este hueso?, ¿por qué tiene esas singulares marcas?, ¿cómo llegó ahí, al medio de un sendero en plena Patagonia chilena?”
Con este particular hallazgo e interrogantes, se inicia la primera historia de Paleocosas, narrando la aventura de una curiosa científica y su encuentro con los últimos vestigios de “Milo”, un enorme y peludo milodón que habría muerto hace 12 mil años. Dicho relato nos muestra cómo la paleontología y disciplinas afines permiten desentrañar los misterios del pasado y entender, por ejemplo, cómo han ido evolucionando diferentes especies de seres vivos, y cómo eran los ambientes en que vivían.
Tras ese relato, las investigaciones ilustradas se organizan geográficamente, comenzando por el extremo norte de nuestro país, hasta llegar a los confines de la Patagonia.
Kawellu en el Altiplano, es la historia que sigue y narra un particular hallazgo en el Salar de Surire: un cráneo y otros fósiles que habrían pertenecido a un caballo de 13 mil años de antigüedad, época de la última glaciación y cuando América tenía a sus propios equinos.
Luego, hacia el sur de nuestra geografía continúan desarrollándose las diversas historias, que con anterioridad sólo fueron divulgadas en revistas científicas: Reina del Tamarugal, Armagedón no more, Me lo contó un ratoncito, Paleocasa abandonada, La verdadera comunidad del anillo, Cóctel floral, Tesoros y misterios del Pleistoceno, Viejo chico, El niño jugando con fuego, Cómo perdimos a Consuelo, En Natales yo tuve un glaciar, Vientos del cambio, y ¿Volvió el frío?
Mundos lejanos y comunicación de la ciencia
El diálogo y cruce entre disciplinas ha sido fundamental para el desarrollo de este proyecto. Nicole García, diseñadora, diagramadora y una de las ilustradoras de esta edición de Paleocosas, comenta al respecto: “En la introducción traté de situar este imaginario sobre la fauna y vegetación que existió hace miles o millones de años atrás, y jugué con el concepto de la máquina del tiempo. Luego, con la imagen de abrir la ventana represento el presente, dónde tenemos los vestigios, para luego ir hacia atrás. El trabajo interdisciplinario me parece muy necesario, sobre todo dada la cantidad enorme de información que circula en el contexto actual. Los artículos científicos son leídos por muy pocas personas, y el rol de estos proyectos comunicacionales es clave, para darle relevancia al trabajo de investigación y a la información que genera, que es muy técnica y de difícil acceso para quienes no tienen entrenamiento científico, conocimiento que es producido en nuestro mismo territorio”, comenta la diseñadora.
Pensar en nuestros propios animales del pasado, lejos de “Jurassic Park”, construyendo imaginarios de nuestros antiguos territorios, es un desafío colectivo que motiva a Nicole García. “Las y los científicos escriben los artículos, pero necesitamos traducir esos conocimientos a lenguajes más entretenidos para diferentes personas. Eso es vital. En ese contexto, este libro es un gran ejemplo. Es un texto rápido y entretenido de leer, con bajadas amigables, e ilustraciones de diferentes creadores, lo que también es enriquecedor pues aporta diferentes perspectivas. Así por ejemplo, hay ilustraciones más abstractas y otras que representan escenarios más concretos, con una visión de autora”, explica.
Nélida Pohl también comparte esta mirada. “La comunicación de la ciencia es un campo inter, multi y transdisciplinario por esencia. Si trabajamos en conjunto podemos desarrollar proyectos en los que se ponga en común un vocabulario y lenguaje que permita a todas y todos acceder al mismo contenido, conocimiento y maneras de hacer ciencia. Por otro lado, en el IEB siempre nos ha interesado trabajar con una diversidad de artistas, ilustradores e ilustradoras, que tienen diferentes estilos visuales. Sentimos que eso es un aporte y vitrina para mostrar su creatividad y propias aproximaciones visuales a los contenidos científicos”, concluye la comunicadora.