Expertos llaman a buscar alternativas diferentes al papel, pues la producción de este material contamina la atmósfera alrededor de un 70% más que la fabricación de productos plásticos.
Una vida útil de 15 a 30 minutos versus un tiempo de degradación entre 100 a 1.000 años. Esas son las cifras detrás de cada una de las bolsas de plástico que aún son parte del día a día y que son foco de preocupación de todos quienes buscan instaurar un estilo de vida más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. De acuerdo a cifras oficiales, alrededor de cinco mil billones de bolsas plásticas son consumidas anualmente en el mundo, un 70% de las cuales termina en océanos y vertederos y un 12% incineradas, con la consecuente generación de gases de efecto invernadero.
El gran problema de esta cultura de lo desechable son sus amplios efectos negativos para la biodiversidad y la salud. “Entre 4 y 13 millones de toneladas podrían llegar al mar como micro plásticos y al menos 220 especies marinas están ingiriendo estos desechos, produciendo la muerte de más de cien mil especies cada año. Asimismo, están llegando directamente a las personas a través de los alimentos que incluimos en nuestra dieta” asegura Katherine Delgado, decano de la Facultad de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la Universidad Bernardo O’Higgins, UBO
En este escenario, hace casi cuatro años Chile e marcó un hito al convertirse en el primer país latinoamericano en prohibir su uso en el comercio gracias a la Ley 21.100, popularmente conocida como ley Chao Bolsas Plásticas. Si bien fue un avance relevante, uno de los problemas tras este cambio normativo son las alternativas que han surgido, entre ellas el papel “pues una bolsa de este material necesita ser usada tres veces para que su ciclo de vida haya perjudicado menos al planeta que el de una de plástico de un solo uso. Esto, porque la producción de papel contamina la atmósfera alrededor de un 70% más de lo que representa la fabricación de productos plásticos”, advierte la académica de la UBO.
En este sentido, la verdadera solución está vinculada a los productos reutilizables o a innovaciones como los bioplásticos, que son compostables y biodegradables por su origen natural. Esto permite una degradación en 180 días si se realiza un proceso de compostaje adecuado, donde microorganismos como hongos o bacterias que se alimentan del material de la bolsa convirtiéndolo en agua, biomasa (humus), sales minerales y dióxido de carbono. Impulsar esta opción fue el motor que dio vida al emprendimiento nacional I Am Not Plastic, que cuenta con “bolsas de basura, herméticas y para desechos de mascotas, que mantienen la versatilidad y comodidad del plástico, pero no dañan el medio ambiente, pues son compostables y no generan microplásticos. Lo importante es acompañar al consumidor en estos cambios, educándolo y motivándolo para que el ciclo se haga adecuadamente”, puntualiza su fundador Rodrigo Sandoval, quien destaca que no sólo las personas, sino también hoteles, restaurantes y otras empresas están buscando opciones sustentables para su gestión.
A pesar de que no existe un balance actualizado de los resultados de la ley que reguló estos artículos, al 2020 las autoridades aseguraban que se había logrado sacar de circulación más de 5.000 millones de bolsas plásticas, lo que equivale a 2,75 millones de kilómetros de estos elementos. “El impacto ha sido positivo, pues la normativa ha tenido buena recepción entre los ciudadanos. Sin embargo, estamos al debe en cuando a sensibilización y conciencia, ya que tenemos la cifra récord de generación de basura plástica por habitante en el continente, con 51 kilos por persona de plásticos de un solo uso desechados al año”, enfatizó la decana de la UBO. Así, los grandes retos desde su perspectiva son “la educación ambiental, el aumento del porcentaje de plástico reciclado y el incentivo a la producción y uso de bioplásticos, además del ecodiseño de los embalajes”.