IEB Chile
-Álvaro Gutiérrez, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, y académico de la U. de Chile, junto a un grupo de estudiantes de magíster, lideraron una serie de actividades y trabajo con la comunidad y actores clave de esta localidad, ubicada en la Región de Coquimbo. Esto, con el fin de levantar un diagnóstico y entregar herramientas para el manejo y gobernanza de estos ecosistemas acuáticos, fundamentales para la biodiversidad y el bienestar de poblaciones humanas.
-La visita, que forma parte de un trabajo de largo plazo iniciado en 2017, se realizó durante la primera semana de junio.
El trabajo territorial y colaborativo puede ser una gran ventana para el fortalecimiento de acciones que ayuden a la conservación de nuestros ecosistemas naturales, indispensables para la vida y bienestar humano y de muchas otras especies.
Así está ocurriendo en la Bahía de Tongoy, Región de Coquimbo, gracias al proyecto liderado por Álvaro Gutiérrez, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB y quien, desde el año 2017, está desarrollando una iniciativa junto a estudiantes del Magíster en Gestión Territorial de Recursos Naturales de la Universidad de Chile.
El trabajo, que forma parte de un curso teórico-práctico, busca levantar un diagnóstico y abordar de forma integrada, las complejidades sociales y ecológicas de este lugar, impulsando además el fortalecimiento y colaboración entre los actores territoriales, interesados en apoyar las acciones de conservación y manejo de la Red de Humedales de Tongoy.
Dichos hábitats naturales, integrados por los esteros Tongoy, los humedales Pachingo, Salinas Grande y Salinas Chica, están inmersos en el borde costero de la ecorregión mediterránea de Chile, uno de los 34 hotspots de biodiversidad en el mundo. Así, casi a orillas del mar, es posible divisar a flamencos, taguas, garzas, entre otras muchas aves residentes y migratorias, conviviendo en estas aguas, junto a una enorme variedad de especies.
Entornos vitales
Los humedales aportan múltiples beneficios a las personas, como la mitigación del cambio climático y las inundaciones, la provisión de agua a las comunidades, ser una ventana a la memoria biocultural de los territorios, y un espacio vital para el descanso e inspiración. Asimismo, éstos son ecosistemas fundamentales para la vida y conservación de una enorme biodiversidad, razón por la cual es vital impulsar su protección.
“Los humedales costeros de la Región de Coquimbo son clave para las aves migratorias, pues constituyen una suerte de oasis donde pueden habitar transitoriamente y reproducirse. Estos ecosistemas también son muy importantes para las personas, porque proveen alimentación, belleza escénica, recreación. Y además, constituyen una solución basada en la naturaleza para proteger a las comunidades de inundaciones y maremotos, entre otros desastres naturales. Sin embargo, no han tenido una valoración tan relevante por parte de la sociedad y lamentablemente, están en un estado de degradación muy avanzando en Chile. Muchas veces, vemos que están altamente contaminados y muy afectados por la sequía y el cambio climático, quedando cada vez más constreñidos sus cauces y cuerpos de agua. Y en ese contexto, la Bahía de Tongoy no es la excepción”, asegura Álvaro Gutiérrez, ingeniero forestal, doctor en ciencias naturales y académico de la Universidad de Chile.
Conscientes de esta realidad, y tras el Tsunami del año del año 2015 que afectó la Región de Coquimbo, es que el investigador junto a un equipo interdisciplinario, comenzaron a indagar en el territorio, considerando no sólo el levantamiento de información sobre el estado de estos ecosistemas, sino también, la voz y participación de ONGs y la propia comunidad, quienes ya estaban trabajando en la conservación de humedales, pero “de manera desarticulada”, según advierte el investigador.
“A través de este curso buscamos entregar habilidades a las y los estudiantes para abordar las dimensiones sociales y ambientales de los territorios en el diagnóstico y evaluación de su estado actual. Esto, a partir del muestreo y análisis de información referente al medio biótico y abiótico, los bienes comunes, recursos naturales, las instituciones y la comunidad. Nos interesa poner en marcha una estrategia territorial sustentable y también, al largo plazo, poder promover una escuela de liderazgo socio-ambiental en Tongoy, que permita fortalecer las capacidades de los líderes y lideresas conservacionistas”, señala el investigador del IEB.
En ese contexto, durante la primera semana de junio, el equipo docente junto a las y los estudiantes, viajaron a terreno para promover diferentes actividades y reuniones con la comunidad y autoridades regionales. Una de estas acciones, fue la participación en la Mesa de Humedales, y la realización de un taller participativo abierto a la comunidad que se enfocó en levantar información respecto a necesidades y capacidades para conservar mejor estos ecosistemas acuáticos. Las y los estudiantes y el equipo docente, también realizaron acciones de servicio a la comunidad, apoyándoles en labores concretas como georreferenciación del patrimonio arqueológico y delimitación de uno de los humedales. Esto último, con el fin de incrementar su actual demarcación y contribuir a la protección de sus aguas y entorno.
Trabajo territorial e interdisciplina
Karin Bientinesi, habitante de Tongoy, se refiere a la importancia de estas jornadas participativas. “Junto a los vecinos, hemos estado compartiendo visiones sobre las distintas problemáticas que tiene Tongoy y las oportunidades de mejoras que tenemos. Vemos que hay muchas personas que quieren contribuir en nuestro entorno, especialmente en los humedales, que son espacios tan importantes no sólo por sus asentamientos históricos, sino también porque son los futuros tesoros del agua dulce. Y estamos en una situación muy crítica como país y planeta, así que concientizar e impulsar acciones es muy positivo”, asegura.
Raimundo Marchant, ingeniero en recursos naturales y coordinador docente del curso, advierte que el trabajo y metodología empleada, con foco en la participación, son herramientas que pueden ayudar a mejorar los diagnósticos y gobernanza en diferentes territorios, haciendo que los procesos tengan una mayor fortaleza y permanencia en su implementación, con un resultado más virtuoso y horizontal. “Esta metodología de trabajo nos demuestra que los espacios de toma de decisión local valoran tanto el enfoque de lo que se hace, como el levantamiento de información e ideas nuevas”, comenta.
Asimismo, destaca que mantener un desarrollo de la comunicación activa y hacer un seguimiento de ello con los actores de los territorios, “permite adaptar estos procesos a las dinámicas que van ocurriendo, sobre todo en localidades pequeñas con sensación de aislamiento a nivel político administrativo y de servicios, entre otros. Esa relación de seguimiento nos permite ir actualizando el trabajo y generar nuevas propuestas”, explica. En ese marco, Raimundo Marchant destaca que algunos avances logrados se han visto reflejados en la creación de la Mesa de Humedales o el ingreso a la ley de humedales urbanos.
El aporte de las ciencias sociales al trabajo territorial, también ha estado presente a través de Isidora Lea-Plaza, antropóloga dedicada temáticas medioambientales e integrante del equipo docente, quien destaca que su principal rol ha sido el de brindar herramientas a las y los estudiantes para apoyar su acercamiento a las personas y el territorio. “Cada vez nos damos más cuenta que la conservación es más efectiva mientras más incluya a quienes están involucrados en un entorno y espacio. Si queremos prevalecer como especie y cuidar el planeta, lo que debemos hacer es vincularnos, organizarnos e informarnos. Y en ese sentido, nos interesa traspasar las mejores herramientas posibles, haciendo que las personas sean partícipes de manera efectiva, empoderando a las comunidades de su conocimiento. De esta manera, ellas pueden convertirse en guardianes de la naturaleza, del legado y territorio. Eso nos permitirá a todas y todos habitar de manera más sustentable”.
Similar opinión comparte Dafne Zambrano, agrónoma, estudiante del magíster y ayudante del curso, y para quien hoy resulta fundamental que el conocimiento generado en la academia pueda salir directamente en beneficio de las comunidades. “Nosotros entregamos estas herramientas, pero finalmente son las comunidades las que están inmersas en los conflictos socioambientales y quienes identifican sus necesidades y problemas. Por todo ello, el trabajo termina siendo una co-creación de saberes y metodologías”, afirma.
Por su parte, el equipo de estudiantes evalúa como positiva y enriquecedora la experiencia de trabajar directamente en terreno, contar con la participación activa de la comunidad, y conocer cuál es el vínculo de las personas con los humedales. En ese contexto, advierten fortalezas, pero también brechas que deben seguir abordándose en el trabajo, como son las diferencias de percepciones entre las asociaciones ambientales locales y la comunidad general. “Las asociaciones están muy involucradas, pero ellas mismas advierten que buena parte de la comunidad residente en Tongoy, no está tan vinculada al tema, ya que se trata de población vulnerable que tiene otras necesidades más básicas y urgentes, un punto que es muy relevante de considerar”, asegura Katherine Fuentes, estudiante del magíster en Evaluación y Gestión Territorial.
Asimismo, destacan que muchos habitantes de la comunidad manifiestan no tener un apoyo real a nivel institucional y económico, tanto en temáticas ambientales, como de otra índole. Otro de los aspectos que consideran relevantes, es poner atención a las percepciones y relatos sobre el sentido de pertenencia e identitario, dimensiones que entre las y los habitantes de la Bahía de Tongoy, estarían mucho más vinculadas a la cultura del mar y la pesca, rasgo que incluso les hace reconocerse como herederos de los changos. Con los humedales en cambio, no existiría una relación de pertenencia tan estrecha.
Finalmente, Álvaro Gutiérrez destaca que todo este enfoque se alinea con uno de los principios de la Universidad de Chile, que es estar al servicio de la comunidad, más allá de la esfera científica y el aula. “Creo que es necesario un cambio de paradigma en la ciencia. Nosotros estamos siguiendo un esquema de investigación global que promueve, principalmente, la generación de conocimiento, pero no necesariamente, la devolución de conocimiento a la sociedad y ahí tenemos una brecha grande en Chile. Aquí las ciencias sociales nos muestran lo que podemos hacer a través de la acción, y el trabajo con comunidades humanas. Realmente, necesitamos más interacción con profesionales de la antropología, de la psicología, personas de distintas disciplinas”.
El científico del IEB agrega que, en este camino, es muy relevante incluir la visión transdisciplinaria, donde existe un verdadero intercambio de saberes locales y científicos, entre la comunidad e investigadores, conocimiento que sólo puede generarse en terreno en el territorio. “Con los humedales es natural hacerlo, porque casi todos están habitados por los seres humanos y su rol es fundamental para el desarrollo de la cultura”, puntualiza.