La menor incidencia de infartos cardíacos en personas con síndrome de Down podría ayudar en la búsqueda de tratamientos para la prevención de estos graves trastornos en la población general.
La Doctora en Bioquímica de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, Valentina Parra, encabeza un estudio destinado a conocer las características de este proceso, a nivel celular, lo que eventualmente podría llevar a reproducirlo en pacientes que no poseen la condición del Síndrome de Down y de esta manera se pueda evitar que sean víctimas de infartos al miocardio.
Recientemente, la profesional fue incorporada al programa “Ciencia de Frontera” de la Academia Chilena de Ciencias, que busca apoyar a científicos cuya investigación está aportando al conocimiento más allá de los límites tradicionales o establecidos.
Anteriormente, en 2018, la misma institución le confirió el Premio Adelina Gutiérrez, destinado a reconocer la excelencia académica de investigadoras jóvenes.
PREVENCIÓN DE INFARTOS
Los estudios en el campo que está explorando la Doctora Parra han constatado que las personas con Síndrome de Down tienen mitocondrias, componentes encargados de suministrar energía a las células, de un tamaño considerablemente superior al de quienes no presentan esta condición.
El dato los ha llevado a observar que hay mecanismos de control de calidad de estas mitocondrias que están dañados, lo que lleva a que las células de los pacientes con síndrome de Down produzcan una gran cantidad de una clase de moléculas llamadas “radicales libres”. Esto podría incidir en la producción de malformaciones cardíacas que ellos presentan.
Pero a la vez han confirmado que estas personas desarrollan una resistencia a los infartos. “Entonces, señala la científica, estamos evaluando. Porque eso puede dar luces a futuros tratamientos de prevención del infarto agudo al miocardio”.
INSULINA Y CORAZÓN
Por otra parte, el mismo equipo encabezado por la Doctora Parra se encuentra estudiando mecanismos asociados a la insuficiencia cardíaca. Su grupo de investigación ha corroborado la observación de otros equipos de estudio, describiendo que los pacientes con esta dolencia y con sus comorbilidades asociadas, es decir enfermedades adicionales, como diabetes, hipertensión, obesidad, experimentan un aumento del tamaño de sus células cardíacas, lo que se conoce como hipertrofia cardiaca.
En este caso, al contrario de lo que ocurre con las personas con Síndrome de Down, las mitocondrias son de tamaño muy inferior al de quienes no padecen el trastorno cardíaco, y están fragmentadas.
“Al parecer, explica la profesional, esa fragmentación tiene que ver con una alteración a nivel de las células cardíacas que hace que latan con mucho menos fuerza. Y al latir con menos fuerza, el músculo cardíaco tiene menos fuerza para enviar la sangre a todo nuestro cuerpo. Configurándose lo que denominamos insuficiencia cardíaca”.
Su investigación pretende encontrar un mecanismo para evitar la fragmentación y la reducción del tamaño de las mitocondrias y así detener el desarrollo de la enfermedad.
Por otro lado, y en el tema específico de la diabetes, con su grupo también han podido registrar que la insulina, a la cual las personas que la padecen son resistentes, produce una fusión de las mitocondrias formando unidades de mayores dimensiones, aptas para un mayor gasto energético. Al contrario, su ausencia favorece el menor tamaño y la fragmentación. Lo que se traduce en una propensión a enfermedades cardiovasculares.
CÉLULAS QUE REFLEJAN HISTORIA DE VIDA
Un tercer proyecto en que trabaja la Doctora Parra se enfoca en la hipertensión pulmonar, donde no analizan las células cardíacas contráctiles sino células de la musculatura lisa, que acompañan a las arterias pulmonares. En esta patología también han observado mitocondrias de escaso tamaño, a la vez de su aumento en cantidad. Lo que causa alteraciones en la vasculatura pulmonar, red de conductos por los que circula la sangre en el sistema respiratorio, cuya anomalía termina afectando el funcionamiento del músculo cardíaco.
Al igual que en el caso anterior, pretenden comprobar si evitar la proliferación de mitocondrias de menor tamaño en esa zona, mejora el desempeño del corazón.
De sus estudios sobre el corazón, concluye que este órgano está formado por células muy resistentes. “Están ahí para sustentar nuestra vida, subraya, entonces no podrían ser muy susceptibles al daño”.
No obstante, pone énfasis en que, pese a que están dotadas de esa característica, “hay que cuidarlas, porque ellas dan cuenta de la historia de nuestra vida. Si queremos tener una buena salud cardiaca, sobre todo cuando nos vamos acercando al envejecimiento, hay factores de riesgo que es necesario evitar. Tenemos que cuidarnos del consumo de sal, del colesterol alto, del tabaquismo, la obesidad”.
“ESTAS CÉLULAS LATEN POR MI”
Para ella, la experiencia de la primera vez que vio al microscopio las células cardíacas latiendo, cuando terminaba su carrera de pregrado de Bioquímica de la Universidad de Chile, le dio un particular sentido a la asociación entre el músculo cardíaco y el amor por su trabajo; la vocación.
“Fue un impacto súper grande, recuerda, ver que estaban latiendo fuera del corazón. Entonces, me dije, yo quiero seguir trabajando con estas células siempre. Están aquí ¡y están latiendo por mí! Entonces, en mi caso, el corazón está muy asociado con el amor por mi trabajo, la investigación. Son células que cuando yo las estudio, laten por mí”. Por Gonzalo Rojas Donoso. Llambías Comunicaciones).