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Lentes de realidad aumentada permiten traer a profesores de Stanford a las salas de la Casa de Bello

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En un proyecto pionero en Latinoamérica, el Centro de Habilidades Clínicas (CHC) de la Facultad de Medicina suma cuatro lentes de realidad aumentada a los tres lentes Magic Leap donados por la prestigiosa universidad estadounidense. Este proyecto investiga el uso de la realidad aumentada en simulaciones clínicas para formar nuevos especialistas. Durante julio y agosto, se recopilarán datos sobre su efectividad en estudiantes de salud, centrado en residentes de Anestesiología y Pediatría de la Universidad de Chile. Liderado por el doctor Marcos Rojas de Stanford, este esfuerzo destaca la importancia de la tecnología en la educación médica chilena. 

Estos cuatro lentes de realidad aumentada se suman a los tres lentes Magic Leap entregados por la prestigiosa universidad estadounidense al Centro de Habilidades Clínicas (CHC) de la Facultad de Medicina, en el marco de un proyecto pionero en Latinoamérica, que busca investigar el uso de realidad aumentada para simulaciones clínicas en la formación de nuevos especialistas.

El estudio tiene como objetivo recopilar datos sobre el uso de lentes de realidad virtual como herramienta de aprendizaje y entrenamiento en simulación clínica para estudiantes del área de la salud. Esto se llevará a cabo durante julio y agosto y estará enfocado en residentes de las especialidades de Anestesiología y Pediatría de la Universidad de Chile. 

Desde la Universidad de Stanford, las gestiones estuvieron a cargo del doctor Marcos Rojas,exdirector del Centro de Enseñanza y Aprendizaje (CEA) de la Facultad de Medicina, quien actualmente cursa su doctorado en Ciencias del Aprendizaje y Diseño de Tecnologías en la institución ubicada en California. 

El doctor Rojas recalcó que “este es un proyecto de investigación inicial, ya que, como instituciones académicas, nuestro motor es la investigación y la recopilación de evidencias sobre esta tecnología. Queremos entender qué funciona bien y qué no, y qué características en particular potencian el aprendizaje de los alumnos, para así seguir desarrollando y colaborando mutuamente”, dijo. Asimismo, añadió que por parte de Stanford “hay un interés particular en el contexto chileno, no solo en el latinoamericano. Esto es importante, porque las simulaciones se realizan en otro idioma, el español, y porque el currículum chileno tiene propiedades específicas que lo distinguen de la malla de medicina de otros países. Por eso, hay tanto interés en colaborar con la Universidad de Chile”.

Durante las simulaciones, los médicos residentes participantes tendrán la oportunidad de recibir indicaciones en tiempo real del docente especialista en anestesiología pediátrica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, doctor Asheen Rama. Esto se realizará a través de los dispositivos de realidad aumentada, mientras los alumnos observan diversas creaciones virtuales que se entremezclan con los elementos reales ubicados en la sala de atención.

Atendiendo pacientes virtuales

En las simulaciones convencionales realizadas en el CHC, al inicio de cada actividad, los alumnos entran a un box que se encuentra completamente ambientado como una sala de atención, ya sea urgencias, clínica, atención primaria, entre otros. En el lugar, se encuentran todos los implementos necesarios para realizar la anamnesis -exploración clínica que se realiza a través de preguntas al paciente, o sus acompañantes, durante la primera etapa del proceso diagnóstico- además de actores que interpretan roles de paciente, cuyas características son predefinidas por los docentes a cargo, acorde con los requisitos necesarios para el entrenamiento.

La diferencia de una simulación común con el entrenamiento que se realiza utilizando los lentes de realidad virtual, es que tanto el paciente como los implementos, son hologramas en 3D. Así lo experimentó Jaime Plane, interno de la carrera de Medicina y actual ayudante del profesor Marcos Rojas, quien fue el primero en enfrentarse a la simulación virtual durante la prueba piloto, realizada el pasado 4 de julio.

Al iniciar la actividad, Jaime entró al box de atención con los lentes de realidad virtual Magic Leaps puestos. La sala solo contaba con una camilla de atención, dos actrices que tenían el rol de actuar como asistentes del médico —en este caso, Jaime—, y un fantoma de un recién nacido para apoyar a las actrices que no están viendo el holograma. 

También, en una de las esquinas de la sala, a través de la pantalla de un computador y con sus lentes de realidad puestos, se encontraba el profesor Asheen Rama, quien observaba en tiempo real desde la Universidad de Stanford, tanto a Jaime, como al paciente virtual, que en esta simulación era el holograma de un bebé que no respiraba. 

Los lentes de realidad aumentada también mostraban creaciones holográficas de monitores de signos vitales, cardiacos, entre otros, que tanto Jaime como el profesor Asheen rama podían ver.

El profesor Rama comenzó diciendo al estudiante: “Estamos en una situación de urgencia, el bebé no respira, ¿Qué deberíamos hacer?”, A lo que Jaime respondió: “Primero, debemos acomodar al recién nacido y realizarle reanimación cardiopulmonar”. Como el bebé —siempre un holograma— no reaccionó, el doctor Asheen Rama volvió a interrogar: “El paciente no responde a la reanimación, ¿Qué podemos hacer ahora? —suministrar epinefrina”, respondió Jaime. Luego de eso, finalizó la simulación.

La extensión del entrenamiento dependerá de las reacciones y respuestas que dé el alumno frente a las indicaciones del profesor, y necesidades del paciente. En este caso, fue breve, ya que Jaime Plane es interno de Medicina, y aún no cursa una especialidad. Por lo que, el profesor Marcos Rojas aclaró que “se espera que un residente de Pediatría o Anestesiología realice todos los procedimientos necesarios para salvar la vida de nuestro paciente virtual”.

Los lentes de realidad aumentada ofrecen un sinfín de posibilidades para la realización de simulaciones. Permiten generar escenarios con pacientes de diferentes sexos y edades que presenten diversas sintomatologías, así como incluir asistentes virtuales, monitores variados, administración de distintos medicamentos, e incluso simular incendios en el box de atención. Todo esto con el objetivo de observar y evaluar la reacción del profesional a cargo.

Cabe destacar que, tanto la prueba piloto, como las simulaciones futuras son realizadas en inglés, algo que es puesto como requisito para que los residentes puedan participar: “La idea es que los residentes adquieran un nivel de inglés que les permita recibir instrucciones y comunicarse eficazmente. Algunos podrían criticar esta decisión argumentando: “Pero aquí practicamos medicina en español”. Sin embargo, nuestro objetivo es demostrar que, mediante esta tecnología, podemos entrenar a nuestros residentes locales sin necesidad de traer al experto internacional de forma física”, declaró el profesor Rojas.

Asimismo, continuó: “Si en algún momento necesitamos la ayuda de un experto que no se encuentra en Chile o no tenemos suficiente experiencia en ciertos casos clínicos específicos, la tecnología nos permite contar con su apoyo, como lo hemos hecho recientemente. Por ello, es fundamental hacerlo en inglés. Además, esto subraya la importancia del segundo idioma en el currículo de los residentes, ya que les permite acceder a competencias transversales clave”, aseveró.

La profesora Claudia Arancibia, directora del CHC y quien está a cargo de la implementación del programa en la Facultad de Medicina, destacó la importancia de esta tecnología: “Para nuestros estudiantes, siempre estamos interesados en darles una formación integral, acorde y pertinente a los objetivos curriculares. La simulación clínica en general aporta al aprendizaje en un entorno seguro, repetido y controlado, donde se permite el error para controlar el desempeño”.

Respecto de la incorporación de los lentes Meta Quest-2, señaló que “la incorporación de tecnología de realidad aumentada abre un espacio para el aprendizaje procedimental, técnico y de habilidades diversas. Además, reduce la ansiedad de los estudiantes antes de enfrentarse a escenarios clínicos reales”.

Sobre el mismo tema, la profesora Arancibia añadió: “La tecnología inmersiva tiene la ventaja de poder recrear escenarios que no son posibles de implementar en el mundo real. Un ejemplo de esto es simular que el Centro de Habilidades Clínicas se está incendiando, para entrenar a los residentes en situaciones de emergencia de ese tipo”, concluyó.

Por su parte, sobre la experiencia vivida durante la simulación piloto, Jaime Plane comentó que “fue muy gratificante recibir feedback de un especialista de otra universidad sin necesidad de viajar, eliminando las barreras económicas y socioeconómicas. Me permitió enfrentar la ansiedad y mejorar mi desempeño en situaciones simuladas”.

El camino hacia la colaboración 

El convenio entre la Facultad de Medicina y la Universidad de Stanford se formalizó en octubre de 2023, fecha en que se realizó la primera reunión oficial entre las autoridades de ambas instituciones. Desde entonces, se ha trabajado intensamente en los trámites necesarios, incluyendo el acuerdo de licencia y el protocolo de investigación, para así poder realizar la prueba piloto oficial.

El doctor Marcos Rojas recordó: “Cuando llegué a Stanford para realizar mi doctorado, estaba muy interesado en la tecnología inmersiva y sus posibles aplicaciones en el campo de la medicina. En ese momento, solo había otro médico en la Escuela de Educación —donde se imparte el doctorado—, y él ya estaba a punto de graduarse. Ese doctor ahora es director del Chariot Program, así que hablé con él y comencé a trabajar en su laboratorio”, señaló.

El Chariot Program es un laboratorio de investigación perteneciente a la Escuela de Medicina de Stanford, el cual se dedica a desarrollar tecnologías inmersivas para la educación médica. Posteriormente, las innovaciones creadas son entregadas a otras instituciones sin costo alguno: “Todo lo que se produce en el laboratorio —aplicaciones, software, hardware, entre otros— se distribuye a través de una ONG que ellos mismos fundaron, sin costo asociado, a otras organizaciones para que puedan usarlas en colaboración con el programa”, explicó el profesor Rojas. “Stanford solo retiene la propiedad intelectual de las herramientas proporcionadas y realiza proyectos de investigación colaborativos para recopilar datos que permitan continuar ampliando futuros desarrollos tecnológicos”, añadió.

Durante su estadía en el laboratorio, el doctor Marcos Rojas identificó la oportunidad de conectar las innovaciones tecnológicas del laboratorio con la Universidad de Chile. En ese momento, Stanford buscaba una institución de educación superior ubicada fuera de Estados Unidos que tuviera las competencias necesarias para implementar un proyecto de simulación clínica mediante el uso de realidad aumentada, y cuyos méritos académicos permitieran una recopilación de datos fructífera.

El doctor Rojas mencionó: “Contacté a las autoridades de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, y todos se motivaron mucho. Entendemos lo difícil que es conseguir dispositivos como estos, y estamos muy lejos de adquirir tecnología de manera gratuita. Por esto, acepté el desafío y lo hice”.

Así, la Casa de Bello fue seleccionada por Stanford, convirtiéndose en la única universidad de Latinoamérica —además de la UNICAMP en Brasil— en tener acceso a esta tecnología.

En términos económicos, esta colaboración implica la donación de dispositivos valorados en más de $1.600 dólares, sin incluir el coste del hardware y software, que no tienen fecha de caducidad: “Tanto los lentes de realidad aumentada, como las aplicaciones asociadas y sus respectivas actualizaciones, seguirán estando disponibles para su uso incluso después de finalizada la toma de muestras para el estudio”, afirmó el doctor Rojas.

Además, está previsto que durante el segundo semestre de 2024 la donación se amplíe, sumando a los siete lentes de realidad aumentada que ya posee el CHC, nuevos dispositivos Meta Quest-3.

El doctor Marcos Rojas concluyó: “Lo importante no es el costo, sino la tecnología y el impacto que puede tener en la formación de nuestros futuros médicos. Esta colaboración con Stanford nos permite acceder a recursos y conocimientos que de otra manera no tendríamos, abriendo nuevas oportunidades para la educación médica en Chile”.

Fernanda Ávila Silva
Comunicaciones Institucionales Facultad de Medicina

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