ColumnasInteligencia Artificial (IA)

Salud mental e inteligencia artificial: ¿Virtuosa además de virtual?

2 minutos de lectura

Dr. Patricio Ramírez Azócar, Facultad de Psicología Universidad del Desarrollo

La inteligencia artificial generativa llegó para quedarse y muy seguramente formará parte de nuestras vidas de forma cotidiana. No es que la inteligencia artificial sólo hiciera irrupción con la aparición de plataformas como el ChatGPT, pero es claro que, con su uso libre junto con otras inteligencias artificiales (IA) de la más diversas capacidades, se abrió un mundo de posibilidades para que estén al servicio de nuestro trabajo, nuestro entretenimiento, las creaciones artísticas, la productividad, el ocio y, por qué no, de nuestra salud.

Los investigadores del campo de la salud mental se han estado haciendo la pregunta de cómo las IA pueden estar al servicio de la salud mental de las personas que tengan accesos a ellas y también de los desafíos prácticos y éticos que implica emplearlas para, por ejemplo, realizar o complementar los procesos de diagnóstico clínico de trastornos mentales. Por ejemplo, en una revisión publicada en abril de 2024 en elJournal of Medicine, Surgery, and Public Health los autores hicieron una revisión de cuáles son las tendencias que están teniendo las IA en la salud mental y lograron identificar que se encuentran en torno a la detección temprana de los trastornos mentales, el brindar atención personalizada, la interacción con terapeutas virtuales, el análisis de cambios en la voz o en las expresiones faciales durante las sesiones de terapia y que ayuden a guiar las intervenciones, y a la ayuda en la reducción del estigma asociado a presentar algún trastorno mental. 

Es claro que las IA pueden ser vistas como una potente herramienta que contribuirá a mejorar la salud mental de las personas y que los profesionales tendrán a la mano potentes recursos para esa tarea. No obstante, también es posible identificar posibles riesgos, problemas o desafíos éticos al emplearlas en el campo de la salud mental. Entre ellas, se ha identificado que los algoritmos que operan en estas inteligencias pueden tener sesgos cuando son entrenados con datos que no representan a la población general o que sobrerrepresenten a determinados sectores sociodemográficos. Otro problema que debe tenerse en cuenta dice relación con la protección de la confidencialidad de los datos clínicos, en tiempos en los cuales el mal uso de ellos es algo para lo que no existe protección absoluta, lo que tiene implicaciones éticas importantes. Un tercer foco de preocupación a tener presente es lo que se conoce como la deshumanización de la atención, referida a la calidad y riqueza de cómo una máquina va a poder sustituir la interacción humana. Finalmente, es evidente que el acceso a la tecnología no es universal y por ello, si bien las IA están abiertas, no va a dejar de existir una brecha para su uso y habrá personas que quedarán excluidas de los potenciales beneficios.

Capacitar a los profesionales, generar marcos regulatorios, diversificar los datos con que se entrenan estas tecnologías y facilitar el acceso a ellas, es el camino a seguir para que la relación entre la salud mental y las IA sea, además de virtual, muy virtuosa.

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