El Humedal Tubul Raqui, presente en la Región de la Araucanía, es el más extenso de los humedales costeros del centro sur de Chile, y fue declarado recientemente Santuario de la Naturaleza por la misma ministra de medioambiente, Maisa Rojas. Este reconocimiento es solo el comienzo de un ambicioso plan de manejo que busca proteger su biodiversidad y cultura, fomentando un desarrollo económico y social sostenible. Para lograr este objetivo, es esencial un esfuerzo colaborativo entre instituciones, comunidades y sectores productivos, además de la integración de iniciativas culturales y educativas que sensibilicen a la comunidad sobre su valor y rol en el ecosistema.
Patrimonio ecológico y cultural
En este contexto, para estudiar y fortalecer la resiliencia de los humedales costeros en Chile, el Laboratorio de Estudios del Antropoceno (LEA), guiado por el investigador Cristóbal Pizarro, del Instituto de Ecología y Biodiversidad, desarrollaron el Proyecto Fondecyt N° 11220784, titulado “Refugios Bioculturales: Búsqueda de propiedades y patrones de resiliencia en humedales costeros chilenos” el cual ya está finalizando. Este proyecto, incluye el estudio de diversos espacios bioculturales en la zona centro-sur del país, entre ellos el Humedal Tubul Raqui para apoyar su proceso de fortalecimiento y conservación. Así fue como durante este mes se realizó la actividad “Diálogo de saberes” junto a otras instituciones territoriales para compartir el trabajo mancomunado en la zona.
En esta iniciativa, el investigador Cristóbal Pizarro destacó la necesidad de integrar los aspectos biológicos y culturales en la protección de los humedales, “el plan de manejo no solo debe enfocarse en la conservación biológica, sino también en los valores culturales. Cuando las personas ven reflejada su cultura y tradiciones, establecen una conexión emocional con la naturaleza y se involucran en su protección”, comenta Pizarro.
Entre los contenidos facilitados para ello, la investigadora e ilustradora Catalina Luengo del LEA, compartió junto con las y los asistentes, un mapa ilustrado del territorio que destaca sitios clave de gran relevancia ambiental, cultural y económica para las comunidades locales. Esta obra es el resultado de cuatro años de investigación y captura la riqueza del humedal en un formato visual accesible y educativo.
El mapa permite a las personas descubrir los habitantes del humedal, desde aves residentes y migratorias hasta anfibios y mamíferos que sostienen la biodiversidad de este ecosistema. También explora sectores específicos del humedal y su vegetación característica. Además, a través de una línea de tiempo ilustrada, es posible apreciar la evolución del territorio desde 1930 hasta la actualidad, revelando cambios en el paisaje, la cultura y las tradiciones de las comunidades cercanas.
Catalina Luengo, destaca la importancia ecológica y paisajística de Tubul Raqui, resaltando su rol en la regulación climática y su contribución económica con recursos específicos como mariscos, peces y algas. “Este humedal no solo regula el clima y la productividad costera; también es un refugio de biodiversidad escénica que brinda beneficios recreativos». Uno de los logros fundamentales de este proyecto es que aporta insumos tanto ecológicos como culturales para el futuro plan de manejo del humedal, relevando prácticas bioculturales como la pesca con red y la recolección de plantas medicinales, las cuales están profundamente enraizadas en la identidad local.
Trabajo colaborativo y compromiso de la comunidad
La conservación del humedal exige la participación activa de la comunidad, además del compromiso de organizaciones e instituciones públicas y privadas. Nicole Fritz Rodríguez, concejala de la comuna de Arauco, quien estuvo presente en el encuentro “Diálogo de Saberes” resaltó el vínculo con el humedal como parte fundamental para preservar su productividad de manera sostenible. «La cercanía y la educación ambiental son clave para proteger este espacio, sobre todo para mantener su identidad al ser la primera caleta de extracción del marisco diquive. Sin embargo, debemos conservar el humedal para asegurar que esa economía local siga vigente», indica Fritz. Para ella, la inclusión de actividades educativas y artísticas fortalece de gran manera el vínculo de la comunidad con su entorno, «este trabajo visual y participativo permite que las personas vean reflejadas sus ideas, reconociendo y construyendo su propia historia en el territorio», destacó.
Educación para la conservación
En este contexto, la educación juega un rol fundamental en la sensibilización. Liset Guzmán, encargada del programa «Quiero Mi Barrio» explica que desde el año 2022 están fortaleciendo la educación ambiental como un eje prioritario, “queremos seguir trabajando en ello, pues Tubul depende de sus actividades productivas y del cuidado de sus habitantes”, señala. Gracias a la colaboración con el LEA, la comunidad ha comenzado a entender el valor del humedal para su economía y bienestar. Guzmán también menciona lo clave que fue la reactivación del grupo ambiental en la escuela Brisas del Mar para concientizar a las familias, con el cual trabajan para certificar a sus estudiantes en educación ambiental y fortalecer su compromiso con la conservación.
Cristóbal Pizarro, quien ha trabajado de cerca con estas iniciativas, considera que la educación es esencial para un cambio significativo en la percepción de la comunidad hacia el humedal. «La educación ambiental permite que cada miembro de la comunidad, desde los estudiantes hasta los adultos mayores, entienda que cuidar el humedal es cuidar de su propio bienestar y el de sus familias», quien enfatiza que los esfuerzos de sensibilización deben ser continuos y adaptarse a las particularidades culturales de Tubul.
La interconexión de lo económico y lo cultural
Para Marcos Sáez, ganadero y residente de Tubul Raqui, la protección del humedal también debe contemplar la sustentabilidad de las actividades económicas que dependen de él. “La proyección del plan de manejo es relevante porque abarca una diversidad infinita de variables; el desafío es incluir tanto el área costera como las zonas interiores”, explica Sáez, quien confía en que el proceso incluya la participación activa de los productores locales. Según Sáez, la protección del humedal debe ir de la mano con el desarrollo de actividades económicas sostenibles, para que siga siendo una fuente de sustento en armonía con su entorno.
Un mural que narra la historia de Tubul
En esta vía de la promoción de la educación ambiental y la memoria biocultural del territorio, también se compartió la creación de un mural en la escuela Brisas del Mar, que recoge la historia productiva y paisajística de Tubul. Esta iniciativa del Instituto Milenio SECOS en colaboración con la comunidad, inserto en el programa “Tiempos de Muralismo”, busca expandir los imaginarios sobre la relación con el ecosistema costero celebrando los valores y saberes tradicionales. Fernanda Oyarzún, investigadora de SECOS señala que a través de estos murales es posible experimentar y poner en práctica ideas conjuntas con la ciudadanía, “nos hemos enfocado en la escuela como un espacio donde emerge el futuro de Tubul, lo que nos permite experimentar y poner en práctica ideas co-creativas junto a profesores y estudiantes”, destacó la investigadora y artista ceramista.
Hacia un futuro sostenible y colaborativo
El plan de manejo en Tubul Raqui implica no solo proteger el humedal, sino también educar y sensibilizar a sus habitantes sobre el valor de su ecosistema. “El individualismo y la competencia no son las vías para crear los cambios profundos que necesitamos para abordar la crisis climática. La colaboración, tanto entre personas como entre instituciones, es esencial para crear cambios duraderos”, afirma Oyarzún, en este sentido releva la importancia de espacios como los “Diálogos de la Memoria” organizados por LEA y Quiero Mi Barrio, que permiten a la comunidad construir y compartir su historia en conjunto con el humedal.
Con la colaboración de la comunidad, instituciones de investigación, y programas de desarrollo local, el Humedal Tubul Raqui se perfila como un espacio de conservación que respeta tanto la biodiversidad como la herencia cultural de sus habitantes. Como concluye Cristóbal Pizarro, “el plan de manejo será exitoso si logramos que la comunidad se sienta parte de la protección de este espacio, porque cuando alguien ve su historia y su cultura reflejada en la naturaleza, nace un compromiso profundo hacia ella».