Cecilia Smith
Investigadora Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB)
Universidad de Los Lagos
Mesa por el bosque esclerófilo
Centro Investigación Fuego y Resiliencia FIRESES (U. Austral de Chile)
Hace tres semanas más de 100 científicos, gestores y organizaciones no gubernamentales que trabajan en el país, firmaron una carta donde advierten a la sociedad y posteriormente a CONAF, que existe una alta probabilidad de tener tormentas de fuego esta temporada de incendios, especialmente, en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y del L. B. O´Higgins. La razón es que este año en particular, existe gran cantidad de biomasa seca en el bosque y matorral esclerófilo. Este enorme volumen de biomasa seca nunca se había registrado antes en la historia de país, la cual es producto de la prolongada megasequía que sufre esta región. Es de esperar que con los resguardos que se están tomando y se tomarán, la chispa no se encienda y alcance los niveles temidos por los investigadores. Pero sin duda habrá incendios, como ya es habitual, afectando a la vegetación nativa y a la vida animal, cultivos, poblados, viviendas y carreteras.
Hay formas de controlar la acumulación de biomasa para que los fuegos, al menos, disminuyan su intensidad. Esto es, con técnicas de manejo forestal orientadas a cortar y sacar del sistema la materia seca de mayor volumen. No en todas las miles y miles de hectáreas de bosques semi-secos, sino en franjas de cortafuego alrededor de lugares vulnerables tales como casas, poblados, ciudades, y en franjas en lugares estratégicos al interior de los bosques. CONAF y el Ministerio de Medio Ambiente han estado haciendo esa labor desde hace dos años a pequeña escala, pero ha faltado conciencia, visión que lleve a maximizar ese esfuerzo.
El bosque y matorral esclerófilo deben migrar hacia el sur, a donde el cambio climático predice que sobrevivirá a los efectos dramáticos que estamos provocando en el ambiente. En su distribución norte, el bosque permanecerá reducido especialmente donde existan condiciones más favorables para su desarrollo, como es el caso de las quebradas que conservan la humedad. Este proceso de recambio de la vegetación debe permitirse que transcurra. Cuando hay incendios en el bosque y matorral esclerófilo, la vegetación tiene capacidad de recuperarse (pero no la vida animal, a menos que migren de otros lados).
El matorral y bosque esclerófilo pueden recuperarse espontáneamente, incluso cuando los incendios son de alta intensidad. Quedan las raíces bajo el suelo, de las cuales rebrota lo que se creyó muerto. El primer año es crítico por los intensos procesos erosivos. Pero las hierbas recubren el suelo durante los dos primeros años, minimizando las pérdidas de suelo, siempre y cuando el ecosistema se encontraba en estado saludable antes de quemarse. Durante los primeros 7-8 años, parece que no pudiera recuperarse la vegetación leñosa. Pero alrededor de los 15 años desde el incendio, la cobertura de la vegetación se empieza a cerrar. Así lo muestra el análisis de los incendios ocurridos entre 1985 y 1995 realizado por la Universidad de Los Lagos y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
Es probable que bajo condiciones de cambio climático este proceso de recuperación post incendio sea más lento, pero ocurre, cómo ha sido mostrado en otros países. Es probable que en estos pulsos posteriores a los incendios ingresen especies de vegetación más seca (o xerofítica) con predominancia de cactáceas y chaguales, y menos flora leñosa, ese es el remplazo esperado ante cambio climático. Para que la vegetación se recupere y el suelo se cubra nuevamente se debe permitir a la naturaleza transitar hacia una vegetación propia de climas más áridos.
Que la naturaleza se recupere lentamente y se adapte mostrando nuevas especies y estructuras no da motivo para que ocurra un cambio de uso de suelo inducido por la acción humana. No deben venir las retroexcavadoras a sacar los remanentes quemados y plantar vegetación exótica o cultivos. Se debe controlar la erosión o pérdida de suelos, y apoyar plantando vegetación nativa, pero en forma muy esparcida, cuidando el suelo por medio de técnicas de restauración.
La gran cantidad de incendios consecutivos en un mismo sitio (al menos en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O´Higgins) hace sospechar que se quemó intencionalmente para favorecer el cambio de uso de suelo. Se quema un sitio un año, pero muchas veces se observa que el mismo sitio se vuelve a quemar al año siguiente (cuando ya hay poca biomasa combustible y la inflamabilidad es baja), y luego hay cambio de uso de suelo a uso agrícola. Los incendios consecutivos en un mismo sitio (en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O´Higgins) hace pensar que este se ha quemado intencionalmente para hacer cambio de uso de suelo. No hay ninguna ley que regule este cambio de uso de bosques quemados hacia cultivos, no hay fiscalización si el bosque fue quemado para hacer este cambio de uso, simplemente se hace. Es lo mismo que sucede hoy en la Amazonia y el Pantanal, se quema para abrir terreno a los cultivos; el fuego escapa y se hace imparable. Si hay regulación cuando el cambio de uso de suelo es para urbanización, sería interesante analizar si los incendios alrededor de Valparaíso tienen relación con los pulsos de urbanización.
No se puede cortar el bosque esclerófilo vivo para reemplazarlo por paltos u otro tipo de cultivo, y así no poder disfrutar de sus servicios ecosistémicos como bien falló hace poco la Contraloría. ¿Pero que implica eso? ¿Se seguirá quemando como subterfugio para hacer “mejora del suelo” y para urbanización, como sospechan varios? Pero si se quema intencionalmente este año, se provocarán tormentas de fuego porque existen condiciones ambientales para que los incendios esta temporada sean catastróficos. No sólo para las casas cercanas a los bosques, si existen plantaciones de eucaliptos o pino, las pavezas que emitan pueden volar kilómetros. El humo de los incendios puede cubrir por semanas y semanas las autopistas, las ciudades, y durante toda la vida a nuestros pulmones.
Lo cierto es que el bosque y matorral esclerófilo entregan muchos beneficios a la sociedad, ¿pero que beneficio recibe el propietario que lo tiene? El pago por servicios ecosistémicos por mantener sus bosques, por manejarlos, por dejar que se recupere debe pagarlo la sociedad. Si esto no ocurre, seguiremos teniendo incendios por cambio de uso de suelo. Por otro lado, el Ministerio de Agricultura debe considerar generar una ley que regule el cambio de uso de suelo de bosques y matorrales quemados, educar al respecto, sancionar malas prácticas como las quemas, y buscar alternativas como el pago de servicios ecosistémicos de aquellos propietarios que buscan deshacerse de sus bosques.