Fernando Chuecas Saldías
Vicedecano Facultad de Medicina y Ciencia
Universidad San Sebastián
El Congreso de los Diputados en España aprobó, el 18 de marzo reciente, una ley sobre eutanasia. Así, se une a los pocos países en que el asesinato se regula por ley. Seguramente la palabra asesinato produzca conmoción, pero, para efecto de esta columna, me parece adecuado referirla así, ya que no se trata de la muerte natural de una persona, sino de una provocada por otro, ya sea directamente o proporcionando los medios para que el mismo sujeto se la autoejecute.
Desde ya es absolutamente necesario decir que la eutanasia, el producir la muerte de un ser humano, no es un acto sanitario ni médico. No hay nada más alejado de las bases éticas de las profesiones de la salud que esta acción, la que supone cometer homicidio. Esto transgrede todos los códigos deontológicos (éticos) y la razón natural, al incluir esta posibilidad entre los deberes de quienes tienen por objetivo cuidar la salud. Por lo demás así lo han manifestado la comunidad sanitaria internacional, la Asociación Médica Mundial y, en el caso de España, el Colegio Médico y el Comité Nacional de Bioética.
No son ajenas al conocimiento común, y lamentablemente muy cercano a veces, las condiciones de dolor y sufrimiento que pueden afectar a personas con enfermedades incurables, terminales (una fea palabra, pues le asigna al ser humano un significado peyorativo de descarte) y sobre todo a portadores de enfermedades oncológicas o neurodegenerativas. Es un reflejo de nuestra condición finita y frágil.
En más de 30 años de vida profesional ligado a la atención clínica de pacientes oncológicos he sido testigo de esta realidad, mas es impresionante las enseñanzas que he recibido de innumerables pacientes y sus familias en cuanto a la forma de enfrentar los momentos finales de la vida. La comunicación veraz, oportuna, completa y contextualizada en formas y profundidades son herramientas bidireccionales que aportan calidad al control de síntomas y hacen que prácticamente nunca se haya planteado la eutanasia.
En nuestros días tenemos un elemento fundamental, los cuidados paliativos, que no sólo abordan el dolor físico que puede sufrir una persona, sino que en forma holística y participativa involucran al enfermo, su familia, cuidadores y al equipo sanitario. La tecnología farmacéutica y de apoyo actuales permiten actuar con eficiencia en el control de las condiciones que afectan al paciente moribundo y, cuando ya no se puede curar, el imperativo es cuidar, no matar.
Foto principal: Infogate