Carlos Ibarra Rebolledo
Director de Pedagogía Media en Historia y Geografía
Universidad San Sebastián
¿Cuándo se construyeron los primeros puentes sobre el río Biobío? ¿Cómo se cruzaba antes este magno cauce fluvial?
El Biobío, topónimo derivado del mapudungún buta lebu o futa leufu (“río grande”), es conocido por su rol de frontera natural entre el mundo hispano criollo y el de las comunidades mapuches de su ribera sur. Aunque ese papel de división se mantuvo con fuerza en las primeras décadas de la presencia española, después que se comenzara a dar vida a la línea de fortificaciones por Alonso de Ribera en 1601, se pasó a una cotidianeidad marcada por el intercambio comercial, cultural y étnico, que ha derivado en lo que somos hoy: mestizos.
Pero ¿cómo pudo darse ello si el río era tan caudaloso? En efecto, lo era. Con un cauce marcado por la presencia frecuente de fenómenos El Niño, en la llamada Pequeña Edad del Hielo (1300-1860), que se traducía en períodos fríos y muy lluviosos, incluyendo veranos menos cálidos que los actuales, y con episodios de fuertes e intempestivas precipitaciones que aumentaban muchísimo el caudal, lo que llevó que a veces sus riberas se vieran desbordadas, hacían ver que este río era aparentemente un muro de agua infranqueable.
Sin embargo, el ingenio humano supo sortear estas dificultades. Primero fue cruzado a nado, con cuerdas, de a caballo y con balsas. Durante el siglo XIX, se dio cabida a un par de pequeños vapores que contactaban a Nacimiento, Santa Juana y Concepción, aprovechando las condiciones descritas. En la década de 1850 prestaron valiosos servicios de transporte de carga y pasajeros, aunque claramente en cantidades limitadas.
Pero el descubrimiento de carbón en Coronel y Lota encendió el interés de algunos privados por construir un puente, de madera o de acero, que permitiera unir ambas riberas. Como puede leerse en El Correo del Sur, Matías Cousiño, entre otros, impulsó la idea, inicialmente de unir Santa Juana con Talcamávida, pero no se concretó, por dificultades técnicas y financieras.
Hubo que esperar a la llegada de nueva tecnología, particularmente el ferrocarril y su alianza con el acero, para lograr este anhelo, que se alcanzó en 1876, cuando una máquina a vapor pudo cruzar por un puente de acero en el sector de Coigüe.
Sin embargo, el viaducto más recordado es el que unió Concepción con San Pedro de la Paz, a cargo del ingeniero Edward Mamby por encargo de la Arauco Company Limited, propiedad de John Thomas North, y que permitió el paso del tren por el ramal que unió la capital provincial con Coronel, Lota, la ciudad de Arauco y Curanilahue. Eso por 1890. Como se sabe, el puente aún subsiste.
Posteriormente, la llegada de vehículos como automóviles, camiones y buses, obligó a construir otro viaducto, esta vez de madera y con la doble función de ser peatonal y carretero. Fue obra de Enrique Curti Canobbio. El puente fue inaugurado en 1943, pero quedó muy dañado con el sismo de 1960. Reconstruido, esta vez de concreto y acero, no logró soportar el terremoto del año 2010.
Otros le siguieron: Puente Nuevo (San Juan Pablo II) inaugurado en 1974, puente Llacolén (2000) y Puente Chacabuco, que mantiene parte de sus obras inconclusas, aunque en construcción.
Existen otros menos conocidos para quienes habitamos más cerca de la costa, más arriba del puente Coihue (o Coigüe), y de cuya existencia es necesario recabar más antecedentes. Son los casos de los puentes denominados Biobío, Descarga, Quilaco, Angostura, Rincón del Lago, El Avellano, Contraco, Lolen, Racu y laguna Galletué, que es donde nace el río. Todavía subsiste transporte de balsa en sector Cullaqui. Tres de ellos son obras anexas a las hidroeléctricas Angostura, Pangue y Ralco.