Columnas

El desarrollo sostenible necesita inversión del sector privado

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Por António Guterres, Secretario General de la ONU

lrededor del mundo, la gente está saliendo a las calles para protestar por el encarecimiento de la vida y las injusticias, ya sean reales o percibidas. Creen que la economía, tal como está planteada, no les favorece y, en algunos casos, tienen razón. El singular enfoque en el crecimiento, sin importar su verdadero costo y sus consecuencias, está dando lugar a una catástrofe climática, a la pérdida de confianza en las instituciones y a la falta de fe en el futuro.

El sector privado es un factor esencial para solucionar estos problemas. Muchas empresas ya cooperan estrechamente con las Naciones Unidas para ayudar a crear un futuro más estable y equitativo basado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Todos los dirigentes del mundo acordaron estos 17 objetivos mundiales en 2015 para tratar de resolver problemas como la pobreza, la desigualdad, la crisis climática, la degradación ambiental, la paz y la justicia, fijándose como plazo el año 2030.

En los cuatro años que han transcurrido desde que se adoptaron  se han realizado avances. La pobreza extrema y la mortalidad infantil están disminuyendo, a la vez que mejora el acceso a la energía y a trabajos decentes. No obstante, en términos generales, estamos lejos de alcanzar lo que acordamos. El hambre está aumentando, la mitad de la población mundial carece de educación básica y servicios esenciales de salud, y las mujeres se encuentran en situación de discriminación y desventaja en todas partes.

Una de las razones que explican este vacilante progreso es la falta de financiación. Los recursos públicos de los Gobiernos no bastan para costear la erradicación de la pobreza, mejorar la educación de las niñas y mitigar el impacto del cambio climático.  Hace falta que la inversión privada supla las carencias y por eso, las Naciones Unidas están colaborando con el sector financiero. El mundo de la empresa y las finanzas y su relación con el sector público se encuentran en un momento crítico.

En primer lugar, las empresas necesitan programas de inversión a largo plazo que estén al servicio de la sociedad, no solamente de sus accionistas. Ya se están viendo ejemplos de ello: algunos grandes fondos de pensiones están apartando los combustibles fósiles de sus carteras y más de 130 bancos con 47 billones de dólares en activos se han adherido a los Principios de Banca Responsable definidos en colaboración con las Naciones Unidas. Se trata de un compromiso sin precedentes con unas estrategias empresariales de acuerdo con los objetivos mundiales, con las disposiciones del Acuerdo de París de 2015 para impedir que aumente la temperatura global y con unas prácticas bancarias capaces de generar una prosperidad compartida. Insto a todas las instituciones financieras a que se sumen a esta transformación.

En segundo lugar, estamos buscando nuevas maneras de que el sector privado invierta en un crecimiento y un desarrollo sostenibles. En el mes de octubre, 30 dirigentes de diversas multinacionales pusieron en marcha la Alianza Mundial de Inversionistas para el Desarrollo Sostenible en las Naciones Unidas. Entre quienes se han comprometido públicamente a actuar como agentes de cambio en sus propias empresas y de modo general se encuentran algunos de los principales ejecutivos de Allianz y la Bolsa de Valores de Johannesburgo, que ya apuestan por realizar importantes inversiones en infraestructuras sostenibles, tales como proyectos de energía limpia y accesible en África, Asia y América Latina, y por utilizar innovadores instrumentos financieros para movilizar miles de millones de dólares en apoyo de la seguridad alimentaria y las energías renovables. Ahora asumirán un mayor papel, si cabe, en la canalización de fondos para el desarrollo sostenible casando las oportunidades existentes con los inversores.

Espero que todos los dirigentes empresariales sigan su ejemplo e inviertan en la economía del futuro, generadora de un crecimiento limpio y ecológico que ofrezca empleos decentes y mejore la vida de las personas a largo plazo. Para conseguir los billones de dólares necesarios que nos permitan cumplir los objetivos mundiales, las empresas deben ir más lejos y avanzar más rápido.

En tercer lugar, exhortamos a los dirigentes empresariales a que, además de invertir, abanderen un cambio de las políticas. Muchas empresas ya están mostrando el camino. Desde el punto de vista de los negocios, la sostenibilidad es una apuesta acertada. Los propios consumidores lo están pidiendo. Un inversor calificó las finanzas sostenibles de “megatendencia”. Sin embargo, la financiación privada lucha a menudo contra las subvenciones a los combustibles fósiles que distorsionan el mercado y contra los intereses arraigados que favorecen el statu quo. Algunos grandes inversores, como Aviva, advierten de que las subvenciones a los combustibles fósiles pueden hacer que ciertas industrias clave pierdan competitividad, también en una economía con bajas emisiones de carbono.

Los Gobiernos van a la zaga y se muestran reacios a cambiar unos marcos regulatorios y normativos y unos sistemas impositivos que se han quedado obsoletos. Los ciclos trimestrales de presentación de cuentas desincentivan las inversiones a largo plazo. Las obligaciones fiduciarias de los inversores se deben repensar para que tengan en cuenta consideraciones más generales en materia de sostenibilidad.

Es preciso que los dirigentes empresariales empleen su enorme influencia en apoyo de un crecimiento y unas oportunidades inclusivas. Ninguna empresa se puede permitir no hacerlo y todos los objetivos mundiales pueden salir favorecidos con la inversión del sector privado. 

Invertir en un desarrollo sostenible y equitativo no solo es un imperativo ético, sino también un buen negocio. El liderazgo de las empresas puede marcar verdaderamente la diferencia a la hora de crear un futuro de paz, estabilidad y prosperidad en un planeta sano.

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